TERESA DE CALCUTA (En la Conferencia del Cairo): "Cada uno de nosotros hoy se encuentra aquí gracias al amor de Dios que nos ha creado, y gracias a nuestros padres, que nos acogieron y quisieron darnos la vida. La vida es el mayor don de Dios. Por eso es triste ver lo que acontece hoy en tantas partes del mundo: la vida es deliberadamente destruida por la guerra, por la violencia, por el aborto. Y nosotros hemos sido creados por Dios para cosas más grandes: amar y ser amados.
A menudo he afirmado, y estoy segura de ello, que el mayor destructor de la paz en el mundo de hoy es el aborto. Si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué podrá impedirnos a ti y a mí matarnos recíprocamente? El único que tiene derecho a quitar la vida es Aquél que la creó. Nadie más tiene ese derecho; ni la madre, ni el padre, ni el doctor, ni una agencia, ni una conferencia, ni un gobierno (…)
Me aterra el pensamiento de todos los que matan su propia conciencia para poder com eter el aborto. Después de la muerte nos encontraremos cara a cara con Dios, Dador de la vida. ¿Quién asumirá la responsabilidad ante Dios por los millones y millones de niños a los que no se les dio la posibilidad de vivir, de amar y de ser amados? (…). Un niño es el don más grande para la familia y para la nación. No rechacemos jamás este don de Dios"
– Y en otra ocasión contó la misma madre Teresa de Calcuta: "Hace unos días vino a verme una señora y se echó a llorar. Nunca había visto llorar tanto a nadie. Me dijo: "He leído lo que usted ha escrito acerca del aborto. Yo he abortado dos veces. ¿Podrá Dios perdonarme?"
Yo le contesté: "Desde luego que sí, si es usted sincera en su arrepentimiento. Vaya a confesarse y sus pecados quedarán lavados por la absolución que recibirá. Trate sólo de estar segura del disgusto de su corazón". Ella dijo: "Es que no soy católica." Y yo a ella: "Rece según su religión. Yo pediré a Dios que la perdone." Ella entonces hizo un hermoso acto de contrición. Cuando yo terminé de rezar, parecía un ser diferente, totalmente recompuesta. ¡Qué sufrimiento más tremendo tiene que representar darse cuenta de que uno ha dado muerte, ha asesinado, a su propio hijo!".
Así, a partir de estas palabras de la madre Teresa (de vida santa que todos recordamos a poco de su muerte) podemos avanzar dos aspectos: El aborto es un crimen horrendo y el aborto tiene perdón de Dios siempre que nos arrepintamos de corazón y Le pidamos perdón y nos confesemos si somos católicos con ánimo de repudiar, de reparar y de no volver a cometer jamás ese terrible pecado.
Incluso entre no creyentes se da el amor al hijo aún no nacido por encima incluso del amor a sí misma: A propósito de una no creyente que dio su vida por salvar a su hijo que una medicación contra el cáncer que la madre – Roberta Magnani – padecía, hubiera matado.
Explayamos el caso a partir de una carta aparecida en ABC, 10-8-98 y que dice así:
"Roberta Magnani de 31 años padecía cáncer en los pulmones y sacrificó su vida por salvar la de su hijo aún no nacido.
Desde hacía varios años, Roberta Magnani había intentado quedar encinta. Por fin lo había logrado y estaba muy feliz. Pero un par de meses más tarde Roberta comenzó a sentir unos dolores muy fuertes. Los doctores le dijeron que se trataba de un cáncer. Cuando la enfermedad le fue diagnosticada los doctores le recomendaron la quimioterapia; pero la aplicación de esta terapia habría significado la muerte de su bebé.
Durante los meses de su embarazo sólo tomó las medicinas estrictamente necesarias, aunque esto significara padecer grandes sufrimientos. Todo con tal de no dañar la vida de su hijo, que nació el 16 de Julio después de 32 semanas de embarazo. Pocos días después Roberta murió consumida por el cáncer.(…)
Este último caso de Roberta tiene una particularidad, pues su marido declaró que ellos no eran creyentes.
Por eso muchos han querido ver en este acontecimiento una prueba más de que el valor de la vida, no es algo que nace sólo y únicamente de una determinada creencia religiosa. Una vez más el amor materno, que tantas veces hoy día se olvida, ha demostrado, de verdad, ser más fuerte que la muerte".
A propósito de que una no creyente (de manera consciente) obre con un amor heroico, citemos dos trozos de la Sagrada Biblia:
(Romanos 2, 13-15): «porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, ésos serán declarados justos. En verdad, los gentiles que guiados por la razón natural sin Ley cumplen los preceptos de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para sí mismos Ley. Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están inscritos en sus corazones, siendo testigos sus conciencias…»
(Sant. 2, 17-18): «Así también la fe si no tiene obras es de suyo muerta. Mas dirá alguno: "Tú tienes fe y yo tengo obras". Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe».
Así, por desgracia, puede suceder que personas que aparentemente no tienen fe muestren con sus obras tener una fe más viva que muchos de nosotros que nos decimos católicos. En efecto si Dios es Amor, ¿qué mayor confesión de fe en Él que dar su vida por su hijo?. Si los labios de Roberta no confesaron su fe en Dios, su propia vida, su corazón, confesó su amor por este Dios que sin conocer amaba. Siguió la voz de su conciencia, sin conocer la Ley de Dios escrita, y como los gentiles buenos que seguían la voz de su corazón, la Ley de Dios grabada en su corazón fue para sí misma antorcha que le iluminaba los caminos del Señor que no son otros sino caminos de amor. Y fue heroica en este amor por lo que Nuestro Señor rico en misericordia, podemos pensar que la acogió en su seno cuando murió.
Y además su vida y muerte es un precioso ejemplo para madres que tiemblen ante la idea de tener un hijo y se vean tentadas por la negrura, por la desesperada idea de matar al hijo de sus entrañas.
El aborto es el asesinato del propio hijo antes de nacer, es decir cuando más indefenso se halla: el claustro materno que debería ser para el niño aún no nacido un recinto sagrado de protección se convierte en antesala de un campo de exterminio quirúrgico en que con frialdad despiadada se le mata. Su propia madre resulta ser para él, inocente e indefenso, su verdugo.
Para el creyente, que el concebido y aún no nacido es una persona humana con todos sus derechos, el principal de ellos es el derecho a amor y protección, queda claro en las palabras que nos refiere el Evangelio:
«En aquellos días se puso María en camino y con presteza se fue a la montaña, a una ciudad de Judá y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y así que oyó Isabel el saludo de María saltó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque apenas sonó la voz de tu salutación en mis oídos ha saltado de gozo el niño en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá lo que se te ha dicho de parte del Señor». (Lucas 1, 39-46)
Vemos aquí como el niño, San Juan Bautista, que llevaba Isabel en sus entrañas, siente alegría, salta de gozo, oyendo a la Virgen María (a su vez grávida de Jesús). Lo que significa que un niño concebido y aún no nacido siente alegría y, podemos pensar que, pena, que tiene sentimientos, que se da cuenta, que es persona (que tiene alma).
Pero ya hemos visto que personas que no son creyentes también prefieren morir que dañar a su hijo no nacido: Con eso muestran que aun sin creer expresamente sí creen en el más bello amor por su hijo, lo que es una forma de creer en Dios que no olvidemos es Amor. Y también que creen que su hijo aún no nacido es una persona digna de ser amada con todo amor.
El filósofo Julián Marías decía que el aborto es «una de las peores tragedias de este siglo» y que «la aceptación social del aborto es lo más grave moralmente que ha ocurrido en el siglo XX»: Convendremos en ello si pensamos que el aborto equivale a la muerte masiva de inocentes e indefensos perpetrada por quienes tendrían que darles amparo y amor.
Se defiende a veces la despenalización del aborto, que el aborto no sea castigado por las leyes, como un derecho de la mujer: ¿Pero como va tener derecho la mujer o cualquier hombre a matar a un ser inocente? ¿Acaso estaríamos de acuerdo en que se dejara de castigar a un asesino? ¿A que nuestra vida estuviera sin protección al antojo de seres despiadados? ¿Y cómo pues vamos a dejar sin protección a quien es inocente e indefenso, al niño que está por nacer? ¿Puede defenderse el derecho de un hombre a asesinar?, ¿puede, pues, defenderse el derecho de una mujer a asesinar al fruto inocente e indefenso de sus entrañas?
Otra razón que se esgrime para legitimar el aborto es que la mayoría así lo ha decidido. Ahora bien, si la mayoría decide matar a un inocente, la mayoría consiente en un acto criminal, la mayoría es criminal: Y no se diga que cómo es posible que la mayoría autorice un crimen: A la vista está en nuestro siglo como la mayoría de alemanes aupó democráticamente a Hitler al poder en Alemania y luego la mayor parte de sus compatriotas le continuó apoyando, y Hitler entre otros crímenes asesinó a 6 millones de judíos, y, también, cómo el comunismo hizo unos cien millones de víctimas, o como hace pocos siglos la mayoría permitió la esclavitud.
Por otro lado, la democracia para ser verdadera ha de apoyarse y respetar los derechos humanos: ¿Qué sentido tendría decir que todos tenemos derechos democráticos y que no se nos respetara el derecho a la vida siendo inocentes? De modo que no se puede poner a votación el derecho a la vida u otros derechos fundamentales.
Estos derechos humanos o naturales han de ser la base de una verdadera democracia y nunca se pueden violar: Si no fuera así, la democracia se convertiría en una tiranía espantosa. Ninguna mayoría puede legitimar, hacer bueno, el aborto, el asesinato de un ser humano inocente e indefenso.
Otra razón que se aduce es que la mujer que aborta lo hace porque se siente extremadamente agobiada por diversas circunstancias. Esto es, evidentemente, una atenuante, pero ¿podemos permitir que alguien asesine porque no tiene dinero, porque con ese medio su vida no se verá sujeta a traumas síquicos, porque su salud mejorará? Del mismo modo nunca será lícito matar a un inocente. Y además el fin nunca justifica los medios. Nunca será lícito realizar una acción perversa o criminal para lograr un bien. Nunca se puede justificar un crimen so capa de bien. Como dice S. Pablo el Señor reprueba a quienes dicen "hagamos el mal para que venga el bien".
Y, en otro sentido, hay que amar a Dios más que a nada e incluso más que a nosotros mismos, por lo que ningún bien verdadero será tal si se busca poniéndose en oposición a la Ley de Dios, todo lo que se hace con odio a Dios es malo, aunque aparentemente se logren algunos bienes para sí mismo o para los demás, ahora bien ¿qué mayor desobediencia a la Ley santa del Señor que matar al propio hijo, contra el mandamiento de no matarás y contra el mandamiento implícito de amor a los hijos?
¿Y qué bienes verdaderos pueden surgir de tal crimen?: Que la madre asesina tenga sobre su conciencia un terrible remordimiento y angustia, que todos sus beneficios egoístas de comodidad, de libertad para seguir "disfrutando de la vida", o de no pasar por la humillación de ser madre en situaciones poco claras, se vean amargados por ese gusano interior que roe y no da paz.
¿Cómo contemplará a sus propios hijos si llega a tenerlos o a los hijos de otras si no los tiene, pensando que ella fue asesina de su propio hijo?: ¿es ése el tan anhelado equilibrio psicológico que pretendidamente se busca? ¿es esa la falsa paz de la comodidad que se airea? ¡Y si todo acabara aquí! ¿Con que rostro se encarará a Dios que la ha de juzgar como a todos cuando muera, si lo hace sin haberse arrepentido sinceramente de su terrible crimen y pecado?
Pero todo esto no es para condenar a la que aborta, sino para condenar el aborto. A veces se dice que hay que dejar abortar por compasión. Se olvida que el más digno de compasión es el niño que va ser ejecutado. Pero aun respecto a la madre, ¿qué tipo de compasión es convertirla en criminal? Es compadecerse más de una pobre comodidad material que de su salud sicológica, que de su alma inmortal.
Así precisamente por genuino amor hay que hacer todo lo posible para que la mujer no aborte, asegurando, si es preciso, un buen porvenir para su hijo, acogiéndola, etc. Pero aun en el caso en que se cometa el aborto hay que recordar a la desgraciada mujer, que al tiempo que verdugo es también víctima, que la misericordia de Dios es infinita, es como un mar insondable cuyo horizonte por más que se avance queda siempre lejano.
Y que sólo acogiéndose a esta misericordia, a este amor de Dios hallará la paz para su corazón. Si es católica confesándose y proponiendo firmemente reparar y no volver a caer en ese pecado. Si no es católica doliéndose de corazón de haber ofendido a un Dios tan bueno. En suma se trata de condenar el pecado pero no al pecador, o a la pecadora, sino de salvarla, recordando que todos somos pecadores y que si estuviéramos caídos quisiéramos que una mano nos levantara.
Y entre todos hemos de crear un clima social, no sólo legal, de protección de la vida del no nacido, empezando por cambiar la moral sexual que pone el placer por encima del amor verdadero, que prostituye el amor subordinándolo al gusto, que mata al hijo para poder seguir gozando, que mata al Amor con mayúsculas por el diosecillo de un placer deleznable y fugaz; que corrompe la propia vida en la oleada de un vivir animal o instintivo, sin que nadie ni nada quede después para calentar el propio corazón con algo más que con carantoñas mentirosas. ¿Quién serenamente querrá perder su corazón por algo tan sin valor?
APÉNDICE QUE RECOGE LO QUE DICE EL CATECISMO SOBRE EL ABORTO:
2270- La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida( ) "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses te tenía consagrado" (Jr 1,5;cf Jb 10, 8-12; Sal 22, 10-11). "Y mis huesos no se te ocultaban, cuando yo era hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra" (Sal 139, 15)
2271- Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral.
"No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido" (Didajé, 2, 2; Bernabé, ep. 19, 5; Epístola a Diogneto 5, 5; Tertuliano, apol. 9)(Primeros tiempos de la Iglesia) Y el concilio Vaticano II: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables" (GS 51, 3)
2272- La cooperación formal a un aborto constituye un falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión (privación de la comunión con la Iglesia, que priva de los sacramentos, si no es levantada por la autoridad pertinente tras un sincero arrepentimiento) este delito contra la vida humana. "Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae" (CIC can. 1398), es decir, "de modo que incurre ipso ipso (por el mismo hecho)<
> en ella quien comete el delito" (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.
2273- ( ) "Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil le debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos" (CDF, instr. "Donum vitae" 3).