El salario justo ¿Basta con pagar el salario que marca el mercado para que se esté pagando el salario justo?

Para la mayoría de personas que dependen de su trabajo para vivir, el que reciban un salario justo resulta vital.

En el nº 2434 del Catecismo se nos dice que sería una grave injusticia negar o retener el salario justo. ¿Pero cómo evaluar cuál es el salario justo?: "El trabajo debe ser remunerado de tal modo que se den al hombre posibilidades de que él y los suyos vivan dignamente su vida material, social, cultural y espiritual, teniendo en cuenta la tarea y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común" (Catecismo nº 2434)

Por una parte el salario debe ser tal que, supuestas unas condiciones de trabajo y un horario humanos, pueda el obrero y su familia vivir dignamente. Y se tome en consideración a la hora de fijar el salario la dificultad del trabajo y lo que cueste formarse para poder realizarlo, así como el valor de lo que produce el trabajador y las condiciones de la empresa (parece lógico que si el trabajador produce mucho se le fije un salario más elevado y por el contrario si la empresa produce poco que no se exija del empresario un salario por encima de lo que éste puede darle).

Por otra parte habrá que tomar en consideración el bien común tanto dentro del país como fuera. Así, por ejemplo, podrá ser legítimo gravar los salarios, sobre todo los más elevados, con un impuesto, en los países ricos, para ayudar a los países pobres, en los que los trabajadores apenas si pueden sobrevivir.O evitar, dentro del país, que por fijarse unos salarios exorbitantemente elevados, queden otros obreros sin trabajo. Si bien este argumento no puede emplearse para deprimir los salarios por debajo de lo que es justo, aduciendo que sólo bajando los salarios habrá trabajo para todos, pues esto es falso como indica la experiencia histórica que nos dice que en países y períodos en que han aumentado los salarios reales ha aumentado a la vez la ocupación, ha habido más obreros empleados – por ejemplo en la Inglaterra de los años 1940 a 1960 aproximadamente – y por el contrario en países del Tercer Mundo donde los salarios son bajísimos, aun así, hay gran porcentaje de parados.

Además de que no es ético defraudar lo que se debe a un trabajador en justicia con la excusa de que así se producirán determinadas consecuencias buenas: el fin no justifica los medios.

¿Basta con pagar el salario que marque el mercado , que el salario sea libremente acordado, para que dicho salario sea justo?

Resulta muy importante la observación recogida en el nº 2434 del Catecismo: "El acuerdo de las partes no basta para justificar moralmente la cuantía del salario". Esta afirmación se ilumina con las palabras de la encíclica "Rerum Novarum"(131):

Si el trabajador, "obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola, una condición más dura, porque se la impone el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia, contra la cual clama la justicia":

En efecto, se dice a veces que nadie acepta voluntariamente una injusticia y que por tanto si un contrato de compraventa (en el caso del contrato salarial, de venta de trabajo a cambio de un salario) es acordado libremente por las dos partes, ya es, por eso mismo, justo. Pero evidentemente un millonario que se muere de sed en un desierto sería "libre" de no aceptar pagar varios millones por un vaso de agua que le ofrece un comerciante sin escrúpulos, pero esa libertad es sólo aparente, ya que si no acepta pagar se morirá de sed: poca diferencia existe a si le pusieran una pistola en el pecho.

Del mismo modo, si un trabajador se enfrenta a la elección entre un salario de miseria o bien morirse de hambre, aceptará el salario de miseria, a primera vista "libremente", pero, en realidad, acuciado por la necesidad de vivir. Y un salario puede, por tanto, ser injusto, aunque sea libremente acordado por las dos partes.

Una consecuencia importante de lo anterior es que no se puede abandonar la fijación del salario a las solas fuerzas del mercado, pretendiendo que el mercado es siempre justo, sino que la autoridad, el Estado, deberá establecer un marco justo en el que se realice la contratación laboral (salario mínimo, condiciones de trabajo, etc…).