Milagro Eucarístico

Narramos por su interés sobre la Eucaristía el diálogo sobre un milagro eucarístico ocurrido en Garabandal el 18 de Julio de 1962 en el curso de unas apariciones de la Virgen a unas niñas (las apariciones de Garabandal no han sido reconocidas aún oficialmente por la Iglesia).

El milagro anunciado previamente por la Virgen consistió en que cuando una de las niñas sacó la lengua para recibir una comunión de manos de un ángel se vio formar instantáneamente en la lengua vacía una sagrada forma blanca.

Y aunque hay que esperar el juicio definitivo de la Iglesia, el diálogo que sigue es de un altísimo interés y veracidad sobre lo que significa la Sagrada Eucaristía en bien del alma bien preparada y en mal del alma mal dispuesta, y muestra para con esta última la misericordia de Dios.

El diálogo:

(*Diálogo entre el Dr. Caux, renombrado médico francés que atendía a mujeres famosas y el Sr. Damians de Barcelona) (Ver "Se fue con prisas a la montaña" de Eusebio García de Pesquera, 1979, Pamplona, págs. 402-404):

DR. CAUX: Así que es usted quien hizo el film de la comunión de Conchita…¡Qué ganas tenía de encontrarle para charlar de lo de aquel día! ¿Le importa que le haga unas preguntas?

SR. DAMIANS: Encantado yo también de este encuentro. Puede preguntar lo que quiera.

DR CAUX: He leído atentamente su informe; pero quiero más detalles.

SER DAMIANS: Tenga usted en cuenta que si bien el informe es completo, hay algo que no me fue posible poner: lo que sentí por dentro; eso no lo puedo yo escribir.

DR. CAUX: Dígame: ¿estuvo usted mirando todo el tiempo?

SR. DAMIANS: Yo, en cuanto me vi junto a la niña, ya no miré más que a ella, y puedo jurar que no separé la vista ni un momento de su lengua, claro que pude haber pestañeado, pero esto ya sabe usted es cosa de una fracción mínima de segundo. Y yo vi cómo, con rapidez mayor de lo que alcanza la vista humana, se hizo la hostia en aquella lengua. Sin fracción de tiempo, diría para explicarlo mejor.

DR. CAUX: ¿Por qué no filmó desde el principio?

SER. DAMIANS: ¡Me quedé mudo, absorto! Cuando quise darme cuenta (no sé si en realidad me la di, pues no logro recordar cómo filmé), saqué la máquina y deprisa pude recoger los últimos segundos del milagro.

DR. CAUX ¿Se le ocurrió tocar la forma?

SRT DAMIANS: No.

DR.CAUX: La lengua de la niña, ¿estaba en postura normal?

SR. DAMIANS: Yo diría que estaba más fuera de lo que corrientemente se saca para comulgar.

DR. CAUX: Permítame ahora una pregunta que deseo hacerle desde hace mucho tiempo: ¿Sintió usted en aquel momento una alegría tan enorme, tan fuera de este mundo, que no podría usted compartirla con nadie, que no la cambiaría por nada, ni por mil millones de pesetas, por ejemplo?

SR. DAMIANS. He aquí una pregunta que me he hecho yo más de una vez, y casi con las mismas palabras. La felicidad que yo sentí en aquellos momentos, no la cambiaría, ciertamente, ni por mil millones de pesetas, ni por nada del mundo. Era una alegría tan intensa, tan honda, que ni la puedo explicar, ni podría compartirla con nadie. ¡Algo fuera de serie! Algo por lo que daría mi vida, y que no me dejó luego ni seguir el éxtasis de la niña, ni ir con mi mujer, ni con nadie; sólo pude refugiarme en un rincón y llorar en silencio.

DR. CAUX: ¡Me encanta oírle esto! De veras, pues es lo que yo pensaba. Aún me quedan dos cosas que me gustaría muchísimo saber: por qué era tan grande su alegría, y si usted entonces se encontraba en estado de gracia. Perdone mi atrevimiento; si no quiere, no me conteste.

SR. DAMIANS: Le contesto muy gustoso. Yo estaba en gracia de Dios; y mi enorme emoción me la produjo, no el milagro en sí, no el ver a la niña con una cosa blanca en la lengua (algunos dicen que la hostia tenía una cruz en el centro; otros que la cruz era doble; yo de eso no vi nada)… Le voy a decir algo grande: lo que yo vi, o de lo que tuve tremenda impresión, fue de encontrarme con Dios Vivo y Verdadero. Por eso, aquello no lo cambiaría por nada en el mundo. Por eso, si Dios quiere que vea el milagro que se anuncia, me encantaría; pero si no es así, ¿qué quiere que le diga?, veo difícil que ya nada en el mundo pueda producirme una impresión como ésa que tuve de "verle a Él" en aquel solemne y grandioso momento de mi vida.

DR.CAUX: No sabe cuán feliz me hace, por un lado, y cuán desgraciado, por otro. ¡Yo sentí lo mismo que usted, pero al revés! Fíjese bien: yo llevaba todo preparado para filmar la cosa, lo tenía todo a punto como nunca…y todo se me puso mal y no pude filmar nada. Sólo en el último instante, en la última fracción de segundo, alcancé a ver la hostia, que ya desaparecía, tragada por la niña. En ese momento, ¡tuve la impresión de un dolor espantoso, horrible, que me ahogaba! el dolor de un Dios que llegué a entrever, y que se me iba…En ese momento, sólo pensé (¡no lo había pensado antes!) que yo estaba en pecado mortal. Lloré, como usted, ¡pero de dolor! Comprendí lo que era el pecado y el infierno… Fue inútil que mi mujer tratara de consolarme; ni yo le podía explicar nada, ni ella me hubiera comprendido. Aquello era demasiado grande, en dolor, para compartirlo o para recibir consuelo. Por eso, creo que sólo si Dios me permite ver el Milagro (ahora que procuro estar siempre en su gracia), se me quitará del todo ese dolor tan hondo que creí me iba a matar y aún sigue punzando mi corazón…Aquella noche en Garabandal tuve incluso la impresión de que el pueblo me esquivaba. ¡Cómo si vieran mi pecado!

SR DAMIANS: Lo comprendo todo, amigo mío. Y tengo que decirle que aquel día, no es que fuese únicamente impresión suya que el pueblo le quería mal: es que era verdad. El pueblo creyó que usted venía con una mujer que no era su esposa; incluso a mí me rogaron que viese la manera de echarle de allí…Ahora comprendo por qué Dios no dejó que le echasen. Se quedó usted y tuvo más dolor del que hubiera podido tener con una violenta expulsión.

DR. CAUX: Tiene usted razón. Pero prefiero de verdad que las cosas ocurrieran así, pues ahora sé lo que es Dios y lo que Él quiere de mí, lo que es el infierno de no ver a Dios y cómo ese dolor (daría más que toda mi fortuna por evitarlo) se me alivió en la confesión (y ahora también con la esperanza de ver el Milagro algún día)…Digan lo que digan, y aunque muchos se rían, yo no puedo abandonar el servicio de esta causa de Garabandal, a la que debo algo tan hondo como desconocido y terriblemente grandioso, que espero que se me quite, o que se me calme, el día del Milagro. La vista del infierno me mueve a tratar de mover yo mismo al mundo, anunciando lo que ha ocurrido, lo que va a ocurrir, para que se puedan salvar…Mi familia fue la primera en creerme loco, aunque ahora ya no piensan lo mismo. Pero le aseguro que nada me importa lo que se crea nadie; sólo me importa Dios.