1)La materia es eterna y existe por sí misma
2)Los seres han sido producidos por otros seres y así indefinidamente remontándonos hasta la eternidad
3)El Universo es Dios: Panteísmo
4)Dios no es infinitamente bueno o poderoso pues existe el mal
Si la materia es inconsciente y ciega, las maravillas del Universo han aparecido por casualidad. La maravilla del ojo del hombre y de los animales no obedecen a ninguna intención: Han aparecido casualmente y sirven para ver de modo casual. Es como si se nos dijera que una máquina fotográfica no había sido hecha por nadie inteligente, sino que se formó por el ciego azar. Nadie creería que una máquina fotográfica se hubiera hecho sola, pero más absurdo aún es decir que el ojo del hombre ha surgido por casualidad. (Y si admitimos que la Naturaleza, la materia es inteligente ya estaremos admitiendo alguna noción de Dios, aunque sea la panteísta, a la que se refiere la objeción siguiente).
Por otra parte, si de la materia inerte y sin vida han nacido los seres vivientes, y de la materia sin inteligencia han nacido seres inteligentes, estaremos suponiendo que de lo menos puede surgir lo más: que nuestra fuente, aquello a que debemos la existencia es menos que nosotros: de alguna manera que sin causa que lo justifique nosotros somos mucho más que aquello a que debemos la vida y la inteligencia. ¿Ahora bien puede lo sin vida y sin inteligencia dar origen a algo vivo e inteligente? La respuesta de sentido común es no. Luego tenemos que admitir que la causa que ha dado nacimiento a los seres vivos y pensantes es viva e inteligente; luego no puede ser la materia inerte e inconsciente.
Por otra parte, si suponemos que la materia es eterna y en constante evolución hacia la perfección, ya haría tiempo, puesto que llevaría existiendo dicha materia una eternidad, que la perfección o el reposo se habría alcanzado, y vemos que en la realidad ni el hombre es perfecto, ni el Universo está en ese equilibrio o reposo (por ejemplo en el equilibrio térmico que predecirían las leyes físicas). Además si suponemos que la materia camina hacia su perfección, esa perfección ya debe existir, pues nadie camina hacia lo que no es, ni existe: Es decir, afirmar que la materia es imperfecta y es lo único que existe desde la eternidad y que camina hacia la perfección resulta un contrasentido: es afirmar que además de la materia existe la perfección (nadie camina hacia lo que no existe), y por tanto sería esta perfección la que tendría al menos alguna de las características de Dios, que existiría al lado y por encima de la materia (Aristóteles decía que, en absoluto, "el acto" (el ser efectivo) "precede a la potencia (al ser en embrión)").
Si por otra parte la materia fuera perfecta ya tendría todas las perfecciones desde el comienzo, sería viva e inteligente y no tendría lugar ninguna evolución.
De otro lado, si la materia es inconsciente e inerte, existencialmente el hombre se encuentra en una terrible orfandad, nadie consciente puede atenderle en su dolor ante la muerte, el mundo es absurdo, y todas las voces de su corazón se estrellan ante la nada: Sus aspiraciones de felicidad, de amor, de justicia serían, (contrariamente a lo que sucede en la Naturaleza en que a la sed corresponde la existencia de agua, en que al instinto del recién nacido de mamar responde la existencia del pezón de la madre) serían un grito en el vacío. Y nuestro corazón se rebela frente a esa sinrazón enferma y pesimista que nos condenaría a una soledad terrible.
Pero es que además, la ciencia moderna desmiente la pretendida eternidad de la materia: Según los datos científicos actuales el Universo ha tenido un comienzo:
La radiactividad de determinados elementos, y algo de radiactividad existe en toda la materia, nos indica que la materia tiene una edad: en efecto, si la materia llevara toda la eternidad existiendo, ya haría una infinidad de años que los elementos radioactivos habrían dejado de serlo transformándose en sus isótopos inertes, en elementos estables (los elementos radiactivos son verdaderos relojes cósmicos que tienen una cuerda de miles de años, pero que se termina algún día y que empezó a funcionar algún día): En concreto el sol, gigantesca central nuclear, habría transformado todo sucombustible, el hidrógeno, en helio y sería ya una estrella apagada.
Además los científicos están de acuerdo en afirmar que el Universo, los astros, las galaxias, están constantemente alejándose entre sí, se encuentran en un proceso de expansión: si la materia fuera eterna, este alejamiento de los astros haría que ahora la distancia entre ellos fuera infinita, lo que pese a que están a enormes distancias no es cierto (Y además siendo las distancias finitas puede decirse que hace unos millones de años toda la materia se encontraba apelotonada o concentrada en un reducido espacio).
Y por otro lado, existe la llamada ley de entropía por la que la energía tiende a degradarse -aunque se conserva en términos absolutos- transformándose en un tipo de energía cada vez menos apta para realizar trabajo útil. Según este principio, al final el Universo se encontrará en equilibrio térmico, con una temperatura igual en todas partes, como muerto. Ahora bien si la materia fuera eterna ya haría una infinidad de años que estaría en ese estado de equilibrio o reposo y no es así.
Para no admitir que la materia ha tenido un comienzo, hay algunos científicos que resucitan antiguas teorías y postulan que tras el período de expansión vendrá un período de contracción, que el Universo tiene fases cíclicas de expansión y contracción. La dificultad de tal teoría es que una vez llegado el Universo a su equilibrio final, a su reposo o muerte, ¿qué fuerza le haría salir de este reposo y lo pondría nuevamente en movimiento? La materia según nuestros conocimientos, tiende al equilibrio, y tendría que ser un motor extramaterial el que volviera a desencadenar el proceso de expansión, ese motor de la materia inerte que la volviera a resucitar sería Dios.
Además esta teoríade que la materia alternaría eternamente fases de expansión y contracción echaría por tierra la teoría de que la materia, el Universo, evoluciona constantemente hacia una mayor perfección, habría períodos en que progresaría y otros en que iría hacia atrás hasta destruir toda vida y todo movimiento. Y ¿cuál sería la causa de esta alternancia?: Enigma, pero ya sobre el progresoindefinido de la materia flotaría una espada de Damocles, ya la materia y su evolución progresiva hacia la perfección no podría ser el origen de todo.
Ahora bien, si la materia ha tenido un origen – muchos dan como edad del Universo unos 10.000 millones de años, fecha en que se produjo el "big bang" o "gran explosión"- ¿que existía antes de que apareciese la materia?: forzosamente ha tenido que existir algo o alguien desde toda la eternidad, pues de lo que nada es, nada sale. Pues bien ese ser eterno que dio origen a la materia es lo que conocemos con el nombre de Dios.
2)OBJECIÓN: DE ACUERDO ES PRECISO QUE EXISTA SIEMPRE ALGÚN SER PUES DE LA NADA NO SALE NADA, ¿PERO NO PODEMOS SUPONER QUE LOS SERES HAN SIDO PRODUCIDOS POR OTROS SERES QUE A SU VEZ HAN SIDO PRODUCIDOS POR OTROS Y ASÍ INDEFINIDAMENTE REMONTÁNDONOS HASTA LA ETERNIDAD?
RESPUESTA: SER PRODUCIDO Y SER NECESARIO
Los seres que vemos son producidos por otros seres, así los hijos por sus padres. Tanto los padres como los hijos no tienen la existencia por sí mismos sino que han sido engendrados por otros. Pudiéramos, en un intento imaginativo, decir que siempre fue así: indefinidamente de padres a hijos, pero a nadie se le oculta que habría una armonía en este sucederse de seres producidos de una a otra generación, como una especie de milagro para quien no tiene cerrada su mente al asombro; ahora bien, puesto que ninguno de estos seres podría dar razón de sí mismo, no podría dar razón de la generación, del sucederse de los seres, y necesariamente tendríamos que pensar en un ser que diera razón de sí mismo y del sucederse de los seres: a este ser le llamamos Dios.
Por otra parte el recurso de suponer una serie infinita de seres producidos que a su vez producen otros seres, sería como si supusiéramos que una cadena de infinitos eslabones se levanta hacia el cielo (así de un eslabón, un ser, surge, cuelga otro eslabón, otro ser), sin que haya ningún eslabón sujeto en su parte más alta, es decir sin que haya un ser que existe por sí mismo y no ha sido producido. La cadena, aunque tuviera infinitos eslabones caería, al no estar sujeta. Así, si no suponemos que existe un principio de la cadena sujeto por sí mismo, un ser que no es producido y que existe por sí mismo, no justificaremos la existencia de ningún ser producido (que no debe su existencia a sí mismo).
Los seres producidos no existen por sí mismos, sino que deben su existencia a otro, si no existiera un ser existente por sí mismo, ningún ser producido existiría. Este ser que existe por sí mismo, que es eterno, es Dios.
3)OBJECIÓN: DE ACUERDO ES PRECISO QUE EXISTA UN SER NECESARIO, ETERNO E INTELIGENTE PORQUE DE LO NO INTELIGENTE NO PUEDE SALIR LA INTELIGENCIA DEL HOMBRE, ¿PERO POR QUÉ NO SUPONER QUE SEA EL MISMO UNIVERSO ESTE SER, ES DECIR QUE EL UNIVERSO, EL MUNDO SEA INTELIGENTE, SEA DIOS?. DE ESTA MANERA TODAS LAS COSAS CON EL HOMBRE INCLUIDO SERÍAN DIOS.
La materia, aunque fuera hipotéticamente infinita, se puede dividir en partes. Así Dios, que según esta objeción se confundiría con el Universo, con la materia, estaría compuesto de partes limitadas, con lo que Dios debería su ser a partes limitadas: El Ser necesario, infinito y perfectísimo dependería para su existencia de seres limitados que por sí mismos no son necesarios. Un ser material, por ejemplo un animal o una roca no es un ser necesario, porque nace y muere, o en el caso de la roca puede ser transformado en otra cosa. Y así el ser necesario dependería para su existencia de seres no perfectos, limitados y no necesarios.
Con lo que llegaríamos a la conclusión de que el Ser necesario debería su existencia a seres no necesarios y limitados: sin ellos, al estar formado de materia, no existiría. Lo que equivaldría a decir que el Ser necesario ya no explicaría la existencia de los seres no necesarios, sino que su existencia, la del Ser necesario, estaría explicada por los seres no necesarios. Luego este Ser ya no sería el ser necesario, luego el Ser compuesto de materia, ya no sería Dios. Luego Dios no puede concebirse como constitutivamente formado de materia.
Y, por otra parte, quienes este argumento parezca oscuro, pueden reflexionar sobre lo que dice la ciencia moderna: que el Universo no ha existido siempre: así por ejemplo el sol que quema como una central nuclear el hidrógeno dejando cenizas de helio, no ha existido eternamente, pues en tal caso ya haría tiempo que habría quemado todo su combustible y sería una estrella apagada que ya no daría luz ni calor. Si el Universo ha tenido un comienzo, ya no podemos decir que es Dios, que es el Ser Eterno que tiene el ser por sí mismo. Y como de la nada, nada sale, el Universo ha tenido que ser creado por algo o alguien que ya no sería el propio Universo. Este ser al que llamamos Dios no es por tanto el Universo.
Por otra parte, si todo es Dios y nosotros mismos somos Dios, Dios sería un ser limitado, porque nosotros somos limitados, que no lo podría todo, porque nosotros somos impotentes para muchas cosas, que no sería siempre feliz, porque nosotros somos a veces desgraciados, que cometería cosas malas, pues sabemos que nosotros mismos, u otros hombres, lo hacemos, que no lo entendería todo pues nosotros no comprendemos muchas cosas, que no amaría siempre, porque a veces nosotros odiamos. Dios ya no sería Dios, sino una caricatura de Él mismo, un ídolo que reproduciría la imagen del hombre corrupto.
Además, si insistimos en que todo es Dios, todas las acciones serían acciones divinas, no existiría el pecado, de modo que cuando un hombre asesinara a otro hombre, no se trataría de ningún crimen ni pecado, sino de una acción santa, sería el propio Dios quien asesinaría a Dios. El pecado no existiría, todo sería lícito y santo: Los grandes crímenes de la historia de la humanidad serían acciones del propio Dios. Ya vemos pues que tal Dios repugna a nuestra conciencia moral.
Por otra parte el panteísmo de algunas religiones trata de conciliar la existencia del mal y del dolor en el hombre y de su limitación con su afirmación de que el hombre forma parte de la divinidad, con una explicación que más o menos dice así: que el alma que es divina sufrió una caída y por eso se encarna en este mundo, a la espera de volver a su origen primitivo. Pero esta explicación supondría que Dios mismo, ya que se afirma que el mismo hombre es Dios, sufrió una caída, que Dios no es perfecto, y que de alguna manera el mal no es ajeno a Dios, lo que es aberrante.
Otras posturas filosóficas panteístas u otras corrientes religiosas panteístas afirman que el dolor, la limitación, el mal no existen, que son ilusorias: Esto es mucho decir, pero suponiendo que fuera así, el hombre podría sufrir por haber caído en la ilusión, con lo que Dios mismo, ya que el hombre es Dios según estas teorías, tendría defectos y caídas con lo que se trataría de un Dios aberrante: Él en quien reside la plenitud del ser y de la bondad, y que da explicación a todo, no podría explicar sus propios fallos, con lo que ya no sería Dios.
Por otra parte para quien tenga fe en las Sagradas Escrituras la trascendencia de Dios (que Dios no es inmanente al mundo, que no se puede confundir con el mismo) está implícitamente enseñada en millares de pasajes de la Sagrada Escritura, donde se dice que Dios es creador, conservador y provisor de todas las cosas; que es inmenso y eterno; que es espíritu y habita en una luz inaccesible, etc.
Y para quien tenga la fe católica, el concilio Vaticano I enseña: "Si alguno dijere que es una e idéntica sustancia o esencia de Dios y de todas las cosas sea anatema"
"…o que la esencia divina por la manifestación y evolución de sí misma se hace todas las cosas o que, finalmente, Dios es el ser universal e indefinido que, determinándose a sí mismo, constituye la universalidad de las cosas distintas en géneros, especies e individuos, sea anatema" (Denz. n. 1803-1804) Y en otro lugar dice el mismo concilio: "Dios debe ser tenido como real y esencialmente distinto del mundo" (Denz. 1782)
Entresacamos también de unos escritos de una mujer católica de vida santa, muerta hacia 1960 (La Iglesia aún no ha dado su aprobación a estos escritos, aunque parece que está en marcha el proceso de beatificación de esta mujer) que dice que es Jesús el que le dicta lo que escribe, estos párrafos sobre el Panteísmo, o doctrina que dice que todo es Dios:
"Algunos dicen que todo lo que existe es Dios y que, por tanto, el hombre tiene la misma naturaleza y la esencia misma de Dios e, incluso, que las demás creaciones de Dios que nosotros vemos, son Dios. No puede darse error soberbio más grande.
El hombre no es de la misma naturaleza y esencia que Dios y menos aún lo son las demás cosas creadas. Dios es el Creador y el hombre el que por Dios fue creado. Si el hombre fuese Dios, no habría tenido necesidad de ser creado puesto que Dios es el Increado. Si el hombre fuese un todo con Dios, la Tierra sería ya Cielo porque los hombres, la parte, tendrían ya el gozo del Todo. Ese gozo que es el fin último del hombre y al que éste accede tras las luchas y perseverancias heroicas sostenidas y llevadas a cabo durante el día del exilio terreno. ¿Cómo habría de estar el hombre desterrado en la Tierra si todo lo que existe fuese Dios? El hombre en tal caso, estaría ya en Dios, o lo que es lo mismo, ya no estaría en el exilio. Si fuese Dios, ¿cómo habría de pecar? Y en tal caso ¿cómo podría nacer con la culpa original? Y, por último, si fuese Dios ¿cómo podría tener principio mediante una concepción dado que Dios existe desde siempre y por ninguno ni por cosa alguna fue creado?
Como ves, alma mía, la doctrina herética que asegura que todo es Dios destruye innúmeras verdades de la historia de Dios y de la del hombre. Destruye las relaciones de regia, divina paternidad y de filial sujeción. Destruye el reverencial temor de Dios. Hincha al hombre con obscena soberbia porque le hace erguir la frente proterva lanzando el grito de Satanás. "¡Soy igual que Tú!". "¿Quién como Dios?" Al grito satánico se contrapone el grito angélico de Miguel: "¿Quién como Dios?". Y los hijos de Dios responden "¡Nadie como Dios! ¡Tú sólo santo!" ¡Tú sólo Señor! ¡Tú sólo Altísimo!". (Maria Valtorta)
Por otra parte, si para salvar la realidad de las imperfecciones del hombre e incluso de sus crímenes la doctrina panteísta recurre a que existe la evolución, y que de alguna manera toda la realidad que es Dios evoluciona hacia la perfección, ya estaría admitiendo que Dios no es perfecto, pues necesita evolucionar para llegar a ser perfecto. Si Dios no es perfecto y tiende a la perfección, es que la perfección a que tiende existe en otro ser, y sería este último ser el que sería Dios, con lo que el Universo ya no sería Dios.
Además si el Universo fuera eterno y tendiera a la perfección constantemente, ya haría tiempo que la habría alcanzado, pues que habría dispuesto de un tiempo eterno para ello.
Así, concluyendo que ni el Universo ni el hombre son Dios y que hay que rechazar una pretensión que para el creyente es satánica de que el hombre pretenda ser Dios, sin embargo existe un camino de humildad y de amor que nos permite llegar a participar de la felicidad de Dios, que nos permitirá divinizarnos: Así se expresa esto en el libro de María Valtorta, antes citada,:
"Está bien dicho: "Vosotros sois dioses e hijos del Altísimo"(Salmo 82,6; Juan 10, 34)"… y dioses debéis llegar a ser con el esfuerzo constante de toda la vida terrena. Si fueseis ya dioses, no tendríais que esforzaros en llegar a serlo. El Amor os invita a divinizaros mediante el amor; mas no nacéis dioses ni lo sois por cuanto Dios es Uno Solo…el alma espiritual infundida por Dios en vosotros, es la que os proporciona aspiraciones y el modo de llegar a ser los reyes del Reino de Dios e hijos eternamente del Altísimo que es vuestro premio, riqueza y gozo eterno e inconmensurable." (págs. 348-349 de "Cuadernos de 1945 a 1950" de María Valtorta (mística italiana del siglo XX), 1986, Pamplona, traducción de Santiago Simón Orta).
Y en la primera carta de San Juan leemos: "Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca, seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es." (I S. Juan 3, 2).
4)OBJECIÓN: DE ACUERDO, SIEMPRE HA TENIDO QUE EXISTIR ALGÚN SER PORQUE DE LA NADA NADA SURGE, Y ESTE SER TIENE QUE SER INTELIGENTE PORQUE EL HOMBRE INTELIGENTE NO PUEDE BROTAR DE UN SER SIN INTELIGENCIA. DE ACUERDO ESTE SER ES DISTINTO Y ANTERIOR AL UNIVERSO ¿PERO CÓMO PENSAR QUE ESTE SER ES INFINITAMENTE BUENO SI VEMOS EN EL MUNDO QUE EXISTE EL MAL? O UNA DE DOS O NO ES OMNIPOTENTE O NO ES BUENO.
Una vez establecido con la razón y el corazón que Dios existe, para contestar al problema de la existencia del mal lo haremos con la razón y también con argumentos tomados de la fe católica. Hagamos un breve apunte basado en la razón: Cuando afirmamos que Dios no es bueno es porque pensamos "yo no habría permitido esto", e implícitamente pensamos que nosotros somos mejores que Dios. Ahora bien, ¿de dónde nos vendría nuestra bondad? ya que no somos nosotros la causa de nuestra existencia, nuestro ser nos viene de nuestros padres y en última instancia de Dios, y ¿cómo puede ser que nosotros seamos mejores que quien es nuestro origen y causa última? Pero si nuestra bondad viene de Dios, vemos pues el contrasentido lógico de afirmar que Dios no es tan bueno como nosotros. Y si nuestra bondad viene de Dios, Dios nos debe superar en bondad (nos supera infinitamente, ya que Él es el Único Bueno). Partiendo de esto nos toca entender en cuanto podemos la existencia del mal:
En cierto sentido el mal, en cuanto entidad real, no tiene existencia, sino que es la ausencia de bien, la carencia de ser. Sirva para hacerlo gráfico un coloquio que tuvo lugar en una clase, entre un profesor poco creyente y sus alumnos:
Preguntó dicho profesor a sus alumnos: "¿Dios creó todo?" Sí, respondieron los alumnos. Continuó el profesor: "¿Existe el mal?" Los alumnos respondieron: -Sí. "Luego Dios creó el mal" acabó triunfante el profesor, y prosiguió: "Luego o Dios no es bueno o no existe Dios" Entonces un alumno pidió la palabra y preguntó al profesor: – ¿Existe el frío? El profesor respondió "Naturalmente, todos sabemos lo que es el frío". El alumno repuso No, señor, el frío es un nombre que damos a la falta de calor, lo que existe es la energía, en su forma de calor.- Volvió a preguntar el alumno: -¿Existe la oscuridad? – El profesor contestó: "Sí, todos tenemos experiencia de ello" El alumno respondió: -No señor, la oscuridad no existe, es un nombre que damos a la ausencia de luz. – Pues bien el mal, prosiguió el alumno, no existe, es un nombre que damos, a la ausencia de Dios[2]. (Añadamos que esta ausencia no se debe a que Dios quiera estar ausente, sino a la libre voluntad del hombre, que rechaza a Dios, Quien respeta la libertad del ser humano y no impone su presencia)
Ahora bien, alguno podría preguntar: ¿y por qué Dios nos hizo libres, nos dio libertad incluso para rechazarlo? Antes de responder, hagamos unas sencillas reflexiones:
Existen dos clases de mal: el mal físico como enfermedades, catástrofes naturales, y todo tipo de sufrimiento y el mal moral o acciones voluntarias que van contra nuestro sentido del bien, como asesinar a alguien.
Ante todo digamos que Dios es el Bien Absoluto, y en Él no hay ni sombra de mal: (por otra parte la fe nos dice que Dios es Amor Infinito). Así no puede ser Él el origen del mal. Además supuesto que el mal existe no puede tratarse de un mal absoluto. Si Dios es omnipotente e infinitamente bueno, todo ha de tener una razón de bien, incluso el mal que existe que es un mal relativo y que redundará en bien, siendo pues, en absoluto, un bien el que Dios lo permita, dando por sentado que no nace de Él.
Otra observación es que algunos ateos dicen que no creen en Dios porque les parece inconcebible que permita el mal. Pero es que la noción de mal que tienen depende en gran parte de su mismo ateísmo. Nos explicamos: Por ejemplo, algunos alegan el sufrimiento de los niños inocentes, como un mal que no se puede tolerar. La fe católica no elude el problema, sino que le da una nueva perspectiva. Así, por ejemplo, muchos niños inocentes, los Santos Inocentes, fueron asesinados por Herodes poco después del nacimiento de Cristo, como nos relatan los evangelios. Pero les llamamos los santos inocentes porque creemos que están en el Cielo, es decir en una felicidad perfecta y eterna. Visto así, el breve mal que sufrieron, y brevísima es toda vida terrena comparada con la eternidad, les valió una corona de gloria eterna y sin comparación. El mayor mal de este mundo al que suceda la eterna bienaventuranza tiene el peso de una brizna de paja.
Muchos ateos afirman no poder aceptar el mal, el sufrimiento, de la vida presente porque ni siquiera se les pasa por la cabeza que haya una vida futura y eterna. Es como si uno va a su boda con la mujer – o el hombre – de su corazón en un tren de aquellos antiguos tan incómodos, con frío, humo, asientos duros, etc:
La alegría de acercarse a su feliz destino hace que casi se olvide de las incomodidades del viaje, al igual que el que lleva una vida según las enseñanzas de Jesucristo y espera llegar al Cielo, tolera casi con alegría las penalidades de este mundo: San Francisco de Asís en una ocasión en que sufría mucho decía "Tanto bien espero de ellas que me deleito en mis penas" y Santa Teresita del Niño Jesús, que murió muy joven tras haber sufrido mucho, nos cuenta en su autobiografía que cuando tuvo un día, por la noche, su primer vómito de sangre, "no podía creer su alegría", pues enamorada como estaba de Dios, la perspectiva de la muerte le llenaba de gozo, en vez de entristecerla. Muchos mártires han muerto cantando, pese a los crueles suplicios.
Y, en sentido inverso si uno va en un tren lujosísimo con todas las comodidades y sabe que al final del viaje le espera su ejecución o la cárcel, ninguno de los placeres del viaje le alegra verdaderamente ante la perspectiva de la pena capital o de la cárcel que le llena de angustia: así el que vive contra las enseñanzas de Jesucristo y de su conciencia y es creyente y espera aunque sea vagamente que su muerte sea en desgracia de Dios y barrunta el infierno como perspectiva, vive amargado en medio de los placeres, o el que sin ser creyente espera la nada como final de la vida tiene una sensación de vacío y desesperación en su vida por más que trate de llenarla de cosas interesantes.
Así el mal presente para el que vive de acuerdo con su conciencia es llevadero con la perspectiva de su futura salvación y los falsos bienes presentes son pesados para el que tiene una perspectiva de nada o de condenación. Si a un niño pequeño gravemente enfermo se le suministra una medicina amarga, llorará por su mal gusto, pero una vez curado agradecerá el amargor de la pócima. Así los bienaventurados en el Cielo recuerdan con alegría los males pasados en la Tierra que les merecieron tanta felicidad. El mal que sufren los justos es pues un mal relativo que les vale un bien absoluto. En cambio el bien que en esta tierra tienen los pecadores que no se arrepienten tiene el sabor de la nada frente a su eterna condenación, que para ellos es el mal mayor que se puede concebir.
Pero se plantean varias preguntas en torno a nuestro tema: ¿Cómo Dios puede permitir el mal, siendo infinitamente bueno e infinitamente poderoso? ¿Cómo puede Dios permitir que se condenen para toda la eternidad algunos hombres?.
Para responder a estas preguntas, digamos que Dios que es infinitamente poderoso nos ha creado libres, con una voluntad libre y que es absolutamente respetuoso con esta libertad creada y querida por Él, de modo que podemos decir que su omnipotencia se ve como limitada, voluntariamente limitada, por lo que decidan libremente los hombres. Ahora bien, los hombres a veces deciden cosas malas, los hombres a veces pecan, se rebelan contra el amor, contra el bien, contra la verdad, contra Dios. He aquí el origen de todos los males, de todo mal: el uso de la libertad para hacer cosas malas, el pecado. Como veremos el mal físico procede también del pecado. Y el mal moral, el pecado, procede del mal uso de la libertad.
El por qué de la libertad y el mal moral
El mal moral, el más importante, procede de seres inteligentes y libres que por tanto pueden desobedecer las leyes de Dios. Dios todo lo ha hecho bueno y el mal procede únicamente de la desobediencia a la ley de Dios, a su santa voluntad. Así que todo el mal moral procede del mal uso de la libertad.
Entonces dirá alguno ¿por qué nos ha hecho libres?: Imaginemos que el hombre no fuera libre: En tal caso sería como un animalito autómata y como los animales haría todo obedeciendo a las leyes del instinto, como una máquina irresponsable e inconsciente que está programada para hacer esto o aquello, pero que no tiene ningún mérito en lo que hace. En ese caso el hombre no podría hacer el mal moral, pero tampoco podría hacer el bien moral. Sería como los animales y no tendría ningún mérito, y por tanto no merecería la felicidad del Cielo, como los animales tampoco merecen el Cielo, de la misma manera que tampoco merecería el infierno, porque aquello que hiciere lo haría obedeciendo las leyes del instinto, leyes naturales que no podría no cumplir.
Por eso para que el hombre pueda merecer, hacer el bien moral, Dios lo ha creado libre. Y por tanto la libertad es una cosa buena que nos posibilita ir al Cielo. Dios ha hecho al hombre a su imagen y semejanza y por tanto libre y capaz de hacer el bien auténtico. No sólo capaz de hacer el bien que hacen las abejas elaborando la miel, sin libertad para desobedecer las leyes de Dios, de la Naturaleza, teniéndolas que cumplir de un modo automático, sino libre de hacer un bien que puede dejar de hacer, un bien que cuesta, un bien moral, no como máquinas sin mérito, sino como seres libres, cuyo hacer el bien es auténtico bien moral, y los asemeja a Dios que hace el bien libremente. Así pues la libertad, puesto que nos proporciona la posibilidad de realizar el auténtico bien moral – no como máquinas o animales -, de asemejarnos a Dios, es una cosa buena. Al igual como la luz es una cosa buena. Pero así como la luz tiene la contrapartida de la oscuridad, así la libertad de hacer el auténtico bien, tiene la contrapartida de que el ser libre puede hacer el mal. Puede usar su libertad, que, como la luz, es buena, para pecar, para hacer el mal. Pero nadie negará que tener un brazo o una pierna sea bueno, aunque el brazo o la pierna se puedan emplear para hacer cosas malas. Este es el origen del mal moral, el uso negativo de la libertad, que en sí es una cosa buena.
El mal físico
En cuanto al mal físico es una consecuencia del mal moral: castigo o expiación del mal moral (así Adán y Eva son expulsados del Paraíso después de haber pecado, o el rey David, después de haber cometido adulterio con la mujer de uno de sus soldados al que hizo matar, es castigado por Dios, el profeta Natán se lo anuncia, con la muerte de su hijo pequeño). Y también puede ser permitido por Dios en personas inocentes para que merezcan con sus sufrimientos unidos a los de Cristo la salvación de otros hombres pecadores (así Santa Teresa de Lisieux ofreció su vida por los pecadores y padeció mucho muriendo muy joven, pese a que parece que nunca cometió pecado grave).
Pero a pesar de todo, de la existencia del mal moral y físico en el mundo, no existe el mal absoluto, porque Dios siempre extrae bienes de los males, empleando el sufrimiento de los hombres para su propio bien eterno, o, incluso si un pecador muere sin arrepentirse y por tanto se condena, sacando también de ello un bien, el de hacer brillar su justicia infinita, que también es un aspecto de su bondad infinita.
Por otra parte el que se condena, en cierto sentido elige él mismo su propia condenación, rechaza a Dios que es amor, y ese rechazo de Dios es lo esencial de la infelicidad de la condenación, rechaza el Amor voluntariamente y aunque Dios es amor infinito y ha muerto en Jesús por todos los hombres (y volvería hacerlo de ser necesario y útil), de manera que en cierto sentido se puede decir que nos ama más que a Sí mismo, en otro sentido no puede menos que amarse a Sí mismo en el misterio de amor beatífico de la Santísima Trinidad por encima de todas sus criaturas, porque es el Bien y Amor infinitos. Y así Jesucristo fue en todo semejante a los hombres menos en el pecado.
A ningún precio Dios será infiel a Sí mismo, de modo que si alguien elige el odio en vez del amor, Dios por amor le retira su rostro adorable. Así que Dios, que todo lo puede, no puede, porque no quiere por amor y respeto a su criatura, violar nuestra libertad, y hasta la condena del que voluntariamente quiere condenarse está inspirada en el Amor, porque Dios es el mismo Amor.
Dios ama todo lo que existe, ya que de no amarlo volvería a la nada; Dios ama incluso a quienes están en el infierno (aunque en un sentido subjetivo puede decirse que están en enemistad de Dios), pero éstos experimentan, por su libre rechazo del Amor, de Dios, este amor como terrible sufrimiento. Dice Sto. Tomás de Aquino: "A los pecadores (que no se arrepienten), por ser hombres, Dios los ama como seres que existen y que existen por Él. Pero, por ser pecadores, no existen, ya que les falla el ser, y esto no proviene de Dios"[3]. (Es por su libre elección por lo que no alcanzan la plenitud del ser, la bondad, y, en este sentido añade Sto. Tomás que puede decirse que Dios los "odia"). Es iluminadora la reflexión que hace, con intuición mística, una mujer de vida y muerte santas, María Benedicta Daiber:
"Dios nunca deja de amar; el Padre celestial nunca deja de amar con infinito amor de padre a sus criaturas. Pero lo terrible es que muchas de sus criaturas, con el pecado, siguiendo sus vicios y pasiones, se cierran a este amor y entonces lo experimentan como un fuego que quema…"[4]
Todo mal es empleado por Dios para hacer un bien y el mal no ganará para siempre, sino que será derrotado; en todo brillará la infinita sabiduría y bondad de Dios, todo será para su mayor gloria. Así la muerte cruel de Cristo a manos de hombres despiadados fue un mal, pero de ella por los méritos así adquiridos por Jesús en cuanto hombre, Dios obró un bien infinito: la salvación de todos los hombres que lo quieran.
Pero, aunque este misterio del mal se pueda comprender en parte, a nivel de la experiencia diaria, a nivel existencial puede ser difícil aceptarlo. El creyente se une al amor infinito de Jesús por nosotros en su Pasión y muerte en la cruz y así puede soportar todos los sufrimientos con paz, confianza y esperanza. No sin exclamar alguna vez en el colmo del dolor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Esperando que estos sufrimientos, unidos a los de Jesús abandonado y por sus méritos infinitos, le conquisten a él y a sus hermanos, e incluso a sus enemigos, la felicidad que no se acaba, la paz más allá de toda palabra.