1) No existe nada inmaterial en el hombre

No existe nada inmaterial que subsista (que sea una sustancia) en el hombre. Así Unamuno hace una objeción que veremos que es sofística, y que dice así: «»¿Qué razón desprevenida puede concluir el que nuestra alma sea una sustancia (que subsiste, que permanece) del hecho de que la conciencia de nuestra identidad – y esto de muy estrechos y variables límites – persista a través de los cambios de nuestro cuerpo? Tanto valdría hablar del alma sustancial de un barco que sale de un puerto, pierde hoy una tabla que es sustituida por otra de igual forma y tamaño, luego pierde otra pieza, y así una a una todas, y vuelve el mismo barco con igual forma, iguales condiciones marineras, y todos lo reconocen por el mismo.»

Respuesta: Ahora bien, lo que demuestra el hecho de que el mismo barco pueda estar constituido o compuesto por distinta materia, es que el barco no es sólo materia, sino también «forma», o estructura, o cierta distribución de sus piezas o de su materia, (forma que es mantenida o restaurada por la acción inteligente de hombres expertos) y en el ejemplo que se nos da, a pesar de haber cambiado sus piezas, a pesar de haber cambiado su materia, no por sí misma, sino por la obra inteligente de los carpinteros o ingenieros navales que lo reparan, conserva el barco la misma forma o estructura, que en sí es un elemento no material, que subsiste en la mente de sus constructores y reparadores como muestra el hecho de que puede conservarse con distinta materia.

Ahora bien, la forma viviente del hombre conserva la vida de distintas materias (incorporadas al cuerpo del hombre) no por obra de un agente e inteligencia exteriores (como en el caso del barco son los carpinteros navales), sino por sí misma (aunque no existe sino por la acción del ser necesario, de Dios). Y es por tanto una forma subsistente (que subsiste por sí misma a diferencia de la forma o estructura del barco, que si persiste es por la acción inteligente de los carpinteros navales). Con ello no queremos demostrar que sea inmortal, sino simplemente que existe en el hombre una parte inmaterial: la forma o alma.Pero por persistir o ser subsistente por sí misma puede ser inmortal, como deja entrever el filósofo Tresmontant: «La forma o la estructura del organismo no es como la forma o la estructura de la máquina. La forma del organismo subsiste, mientras que se van renovando cada uno de los elementos materiales que lo integran. En el caso del objeto fabricado por el hombre, la forma no subsiste. Es meramente externa. No es inmanente. No es activa. Tampoco es sustancia. Si rompo una estatua o una máquina, rompo realmente la forma. No hay inmortalidad de la forma en la máquina o en la estatua; lo más, en la cabeza del artista o del ingeniero que la conciben y se acuerdan de ella (en nuestro ejemplo en la mente del ingeniero o carpintero naval).

En cambio, si corto un planárido (un animal invertebrado) en dos, cada mitad del planárido reconstruye otro. Si me corto, soy capaz, por lo menos, de regenerar la epidermis desaparecida. Y, desde luego, a los veinte años, a los cincuenta o a los ochenta sigo siendo el mismo; he logrado subsistir en mi propio yo, aunque la materia que informaba se ha ido renovando constantemente» y prosigue:

«Con el análisis que nos suministran los biólogos, desde hace más de un siglo, podemos decir que, aparentemente, no hay dificultad alguna decisiva en admitir que el alma (la forma del hombre) pueda seguir subsistiendo cuando haya dejado de informar la materia (cuando se separa del cuerpo, cuando la muerte), puesto, que, gracias a los experimentos de las ciencias modernas, comprobamos una independencia relativa entre el alma que subsiste y la materia informada que se renueva (la materia que a través de la alimentación y deyección se renueva en el cuerpo).

Si, hubiera, como en el caso del jarrón o de la estatua o de la máquina, o de cualquier otro objeto fabricado por el hombre, un ajuste total entre la forma y la materia, si la subsistencia de la forma estuviera comprometida en la integridad de los materiales reunidos, si la forma no atestiguara ninguna existencia independiente, entonces, sería difícil, por nuestra parte, sostener una posible inmortalidad del alma. Pero en el caso del organismo vivo es sustancia (subsiste la forma o el alma). Su relativa independencia presente con respecto a la materia integrada puede ofrecernos garantías de su capacidad de supervivencia sin informar la materia. Desde luego, no hay contradicción ni absurdo en esta hipótesis».

Y, para que se vea que existe algo inmaterial en el hombre citemos las afirmaciones de un biólogo no creyente francés, Kahane: «En la persistencia de la estructura, por no decir en la permanencia de la estructura se encuentra la base concreta de la individualidad de cada viviente» (Antes nos ha dicho este autor que en el organismo vivo todo se renueva «de modo tal que ningún organismo está nunca constituido de la misma materia en el instante pasado y en el instante presente…») De modo que lo que asegura la persistencia del individuo viviente es su «estructura», que en sí no es ni esta ni esta otra materia. Llamemos a esta realidad forma o alma o estructura, queda claro que en el hombre persiste un elemento inmaterial, que hace que el individuo continúe siendo el mismo, pese a que su cuerpo cambia de materia.